Esta
semana, el ya de por si cuestionado Instituto Nacional Electoral, volvió a ser
foco de atención y de escándalo, cuando se hizo pública una grabación
telefónica donde su Consejero Presidente,
Lorenzo Córdova, se burla, con singular alegría, de un indígena.
El
asunto se vuelve por demás inoportuno, ante la cercanía de la jornada
electoral, pues no sólo le resta seriedad a la autoridad electoral, además,
genera o acrecienta la crispación social y contribuye a restar legitimidad al
INE.
El
asunto no es menor, y aunque el acceso a esa conversación resulta a todas luces
ilegal, la forma no justifica ni exenta del fondo del asunto, y el fondo es que
la persona sobre quien recae la máxima responsabilidad de velar por la
democracia en nuestro país, no sólo no se toma en serio su labor, además la
padece y demuestra que no tiene el más mínimo respeto por los diferentes
sectores poblacionales.
Queda
claro que tenemos a la cabeza del INE a un personaje nefasto, eso nadie lo
discute, el problema es qué hacer con él.
De
inmediato partidos políticos se apresuraron a pedir su renuncia, pero a estas
alturas del partido eso implicaría el tener que nombrar a un nuevo presidente
del INE y a un nuevo consejero, tarea que recaería en el poder legislativo
federal y, dicho sea de paso, no se ve factible que los partidos políticos se
pongan de acuerdo en la antesala de una competida elección.
En
el otro escenario, Lorenzo Córdova podría seguir como sí nada, burlándose de
cuánta persona se acerca en búsqueda de la asesoría de la autoridad que
representa. Sin embargo, su simple permanencia al frente del INE genera
desconfianza hacia la autoridad electoral y le resta confianza a la elección en
sí.
Una
tercera posibilidad es que renuncie sólo a la Presidencia del INE pero eso no
garantiza que se le quite presión al órgano electoral.
Cualquiera
que sea el escenario, el perdedor siempre será el ciudadano, que tristemente ve
en qué se ha convertido el órgano que debería ser garante de la democracia.
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